En fin, detrás de cualquiera de mis juguetitos electrónicos hay un poco de nostalgia por las clases que impartía en la FP (Formación Profesional), donde los alumnos entre 14 y 15 años compartían conmigo el mismo entusiasmo por aprender. Además de enseñarles la electricidad y la electrónica básica (discreta y analógica), el manejo del polímetro, el osciloscopio y el generador de funciones, demandaban simpáticos circuitos como éste para poder entretenerse y disfrutar un poco con lo que aprendían. El método de proyectos funcionaba muy bien, y la promoción social que tenía la FP antes era extraordinaria, orientada siempre a una profesión, y no como ahora a un puesto de trabajo. La mayoría de los alumnos que me han saludado, después ya de ciertos años, me comentan que se han ubicado, y que hoy sus vidas tienen la misma plenitud social y laboral que puede tener la mía, lo cual me alegra profundamente.
Una vela Navideña es la Luz por excelencia, el nacimiento del Niño en el pesebre de Belén, y sirve para aliviar cualquier nostalgia, que como sombras en la vida sólo la luz puede calmar. A los dieciocho años perdí a mi padre, y en noviembre, pero fue con un extraordinario libro que me regaló en una ocasión, y a la luz de una vela, como me refugié aquellas Navidades para mitigar su ausencia. La Obra Completa de Arthur Rimbaud, prosa y verso, y en edición bilingüe, francés y español. Os dejo aquí los versos, que con la magia del soplido del viento que en aquellos días azotaba, respiraba el alma ante el desconsuelo:
De un par de niños tristes, que en la sombra no veo,
se oye vagamente, el dulce cuchicheo.
Pesada todavía por el sueño, se inclina,
su frente, y se levanta, temblando la cortina.
--- Los pájaros, afuera, se achuchan frioleros;
su ala se entumece bajo el gris de los cielos,
y surge el Año Nuevo en la noche brumosa,
arrastrando los pliegues de su vesta nevosa,
sonriendo entre llantos, cantando tembloroso.
....
--- El cuarto está helado.... revueltos por el piso
los vestidos de luto, entorno de los lechos...
Del cierzo los chillidos, en el umbral, deshechos,
invaden la morada con su audacia morosa:
se nota en todo aquello que falta alguna cosa.