Cuando compongo con musicGPT, no estoy dejando que una máquina haga música por mí, la acompaño. La inteligencia artificial no me roba la inspiración, me enseña a escuchar desde otro ángulo, a aceptar lo impredecible, a dialogar con una lógica que no es humana… pero que emociona como si lo fuera.
Muchos desprecian la música hecha con IA porque creen que carece de alma. Pero el alma no está en la herramienta, sino en la intención. El violín, el sintetizador o el algoritmo son solo extensiones del mismo impulso creativo. La IA no destruye la música: la empuja hacia un lugar nuevo, incómodo, vivo.
No hay música de IA sin alguien que la despierte. La máquina no siente, pero responde; no sueña, pero transforma lo que le damos. Cada nota que genera lleva algo mío, aunque no siempre lo reconozca. En esa tensión —entre el control y la sorpresa, entre la idea humana y la respuesta artificial— es donde nace algo auténtico. Un territorio compartido donde la creación ya no es solo humana, pero tampoco es solo máquina.
Si algo me ha enseñado musicGPT es que el arte no se defiende con nostalgia. Se defiende creando.
Así que aquí está: mi música hecha con inteligencia artificial, pero también con mi tiempo, mis dudas y mis ganas de explorar. No quiero convencer a nadie, solo invitar a escuchar —sin prejuicios— lo que ocurre cuando la curiosidad y el código componen juntos.
The Num Who Held Me in Her Arms
El tipo licencia propietaria de los temas es como sigue:
Espero que les guste. Ya me contarán.


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