A mí me exaspera saber esto. En un estado ineficiente se tira del bolsillo del contribuyente sin reparo alguno, y el régimen confiscatorio en ciernes se consuma con dulzura sin poner ninguna traba al dispendio en el que está sumido. Deberían saber que un régimen confiscatorio es también objeto de culto para la neocasta leninista que prolifera en España, ya que dentro de su limitado imaginario económico sólo tiene cabida el "sableo" ajeno para dar cumplida satisfacción a sus descabelladas propuestas, eso sí, superando lo visto con creces. No es cuestión de seguir arañando el bolsillo de los contribuyentes y alejarse de las modalidades contributivas modernas como el Flat Tax, que seguro promovería la inversión mucho más de lo que nadie cree, sino de racionalizar el gasto compensando la austeridad que una obligada ortodoxia económica exige con el eficiente uso de los recursos públicos. No olvidemos poner en cintura a los "virreinatos" que sufrimos, que parecen condenarnos a un reino de taifas donde nuestra condición de "expatriados" cada vez es más percibida. ¿Qué ocurrirá después? Lo de siempre, un desarraigo económico que normalmente acaba sumiendo en la penuria a cualquier nación, y especialmente a las que no encajan dentro de un contexto económico saludable.
domingo, 24 de abril de 2016
Día de nómina
A mí me exaspera saber esto. En un estado ineficiente se tira del bolsillo del contribuyente sin reparo alguno, y el régimen confiscatorio en ciernes se consuma con dulzura sin poner ninguna traba al dispendio en el que está sumido. Deberían saber que un régimen confiscatorio es también objeto de culto para la neocasta leninista que prolifera en España, ya que dentro de su limitado imaginario económico sólo tiene cabida el "sableo" ajeno para dar cumplida satisfacción a sus descabelladas propuestas, eso sí, superando lo visto con creces. No es cuestión de seguir arañando el bolsillo de los contribuyentes y alejarse de las modalidades contributivas modernas como el Flat Tax, que seguro promovería la inversión mucho más de lo que nadie cree, sino de racionalizar el gasto compensando la austeridad que una obligada ortodoxia económica exige con el eficiente uso de los recursos públicos. No olvidemos poner en cintura a los "virreinatos" que sufrimos, que parecen condenarnos a un reino de taifas donde nuestra condición de "expatriados" cada vez es más percibida. ¿Qué ocurrirá después? Lo de siempre, un desarraigo económico que normalmente acaba sumiendo en la penuria a cualquier nación, y especialmente a las que no encajan dentro de un contexto económico saludable.
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